— A Esmirna solo la entendemos los Esmirnianos, dice el dicho — dijo la Regente Verde, en tono nervioso mientras se refregaba las manos, tratando de buscar refugio en su anillo, sin que su otra mitad se diera cuenta del gesto.
— Que conveniente que el Verdugo que se encarga de ejecutar a los condenados precisamente se encontraba de vacaciones, opuesta mía — respondió la Regente Roja.
— Y si pasa un día y una noche completos sin ejecutarse la sentencia, los condenados deben ser puestos en libertad.
— Por tanto, la salvaje del desierto y su prisionero-mercancía pueden conservar la cabeza en el cuello.
— Lo cual puede convenir o no a Esmirna.
— Es preferible que la Salvaje sobreviva, pues es Jefe de Clan y nos puede ser propicia y útil en el futuro.
— ¿Y el Renegado del Mar? ¿Qué hay con ese?
— Es un hombre de ciencia.
— Ciencia que es Tabú en cualquier rincón de este planeta — indicó la Verde mientras continuaba amasando la yema del pulgar contra el canto del anillo que tenía en el índice.
— Lo que hoy es Tabú, mañana puede ser Ley. Querida contraria.
— Hace siglos, aquel que intentó romper un Tabú terminó con una pluma de dodo enterrada en la cabeza.
— Que es el mismo símbolo del anillo que cargas, la famosa pluma envenenada. ¡Ja! Son solo leyendas, este mundo necesita cambios.
— Y por eso enviaste al Verdugo lejos de aquí.
— La gente del Mar, de haberlo querido habrían ejecutado al Doctor en las profundidades del océano, pero lo enviaron a la superficie por una razón. Ejecutar dicho huésped no sería sabio, hay valor en él.
— Dejarlo vivir a sus anchas aquí en Esmirna solo traería discordia y guerras con los demás Estados.
— Vas entendiendo, al dejarlo libre y con vida, matamos dos pájaros de una sola pedrada. Dejaremos que el Doctor siga su camino lejos de Esmirna y de paso no estaríamos cerrándonos la puerta con la gente del Mar. Y a la vez tendríamos una buena aliada con los Clanes del Desierto.
— Nuestra lealtad es con el Gran Gorgón. Los salvajes del desierto no son aliados de nadie, tan solo son merodeadores y saqueadores.
— En efecto, pero con un matiz, merodean y saquean un área tan grande como un continente, pues el desierto se extiende más allá de nuestra imaginación, hasta las tierras del Este.
— ¿Al Este? Allí solo hay ciudades fantasmas, refugio de magos y hechiceros negros, habitados por razas malditas.
— Es exactamente lo mismo que dicen los del Este acerca de nosotros. Y en medio del Este/Oeste se encuentra el desierto, plagado por los Clanes, que conocen ambos lados a la perfección.
— Adversaria desde la cuna, así que quieres poner tus garras en el Desierto.
— Desierto, Este y Mar.
— El que sigue los pasos de la Ambición, amanece sin sangre en las venas.
— ¿Otro proverbio antiguo? Retorcida oponente.
— No. Es la frase favorita de nuestro primo, el hombre mas poderoso de La Pentápolis
— ¿Es una advertencia? estimada antagonista, yo soy la mujer más poderosa de La Pentápolis
— Querrás decir más bien, que juntas somos las mujeres más poderosas de todo el planeta, bien sabes que no comulgo con planes llenos de recovecos, requiebros e intrigas.
— Pues gracias a ellos aún estamos vivas y en el poder.
— No es del todo cierto, unas veces he tenido que intervenir con acciones limpias y directas.
— Créeme que esta vez tengo toda la razón, verás como todo marchara a la perfección para nosotras y Esmirna.
— Por el momento concedo, dulce rival — llevándose la mano del anillo a la barbilla como haciendo reflexión profunda.
— Entonces envía una Sombra tuya a la mazmorra en donde están los prisioneros, hoy mismo deben abandonar la ciudad al amparo de la noche.
— Muy bien perversa mitad, enviare a ello a alguien de mi absoluta confianza.
— ¿Perversa? ¿Yo? Será más bien pervertida, por tu lengua fementida.
Unos minutos más tarde en el calabozo en donde tenían retenidos a Hiena y el doctor Pargo, el carcelero guardando extrema discreción abrió la puerta de la celda y dejo entrar a una mujer vestida de Negro. Hiena y el Doctor entraron en pánico porque pensaban que el Verdugo había venido a darle cumplimiento a la sentencia.
— Soy la Sombra de la Regente. Esmirna no tiene nada en contra de ustedes, son libres, síganme y les mostraré el camino.
— ¿Sombra de la Regente Verde o de la Roja? — preguntó con cautela Pargo.
— De la buena —contestó secamente la Sombra.
Hiena y Pargo la siguieron por un laberinto de corredores, hasta que llegaron al exterior. En donde la Sombra les mostró unos vehiculos ligeros preparados con varias provisiones.
— ¡Alacranes Mecánicos! Siempre quise montar en uno de esos, te lo dije, una de las Reinas de aquí nos ayudaría en nuestro periplo— exclamó Hiena que no pudo ocultar su cara de satisfacción.
— Partiremos de inmediato, mis escoltas y yo, los llevaremos sanos y salvos, esto es en una sola pieza, hasta la Corte del Gran Gorgón, serán al menos 10 días, quizás 8 si andamos rápido .
— También lo dije Doctor, que estaríamos bien protegidos en estas tierras, además La Sombra si lo notaste porta un anillo de la pluma de dodo, el símbolo de la Regente que es amiga nuestra.
— Pues esta comitiva de Esmirna también lleva muchas armas láser y desintegradores — replicó el Doctor sin indicarle a Hiena que usualmente entre los espías de la gente del Mar, en un anillo podía haber una cámara de video con muchas horas de grabación.
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